lunes, 10 de mayo de 2010

Taxi

Me estaba por bajar el del taxi. La cita era 18:45 y ver un 9 en el segundo dígito del reloj indicaba que estaba atrasado. No era culpa del pobre hombre, todos sabemos cómo és el tráfico de ésta ciudad en hora pico y para colmo salí tarde yo también.

Era un tipo grande, me cuenta que tiene 63 años, veníamos hablando un poco de política, si bien no era el taxista montonero de capusotto, al menos no es de los que escuchan radio 10. Era casi irónico criticar a la burguesía en un viaje por Cabildo de punta a punta, pero fue interesante.

Le pido que me deje en la esquina (típica maniobra que uno cree que va a desorientar al taxista, cuando tiene el efecto contrario: se queda ahí a ver para donde vas), veo el importe (27 mangos) y le acerco un 50.

Dado que no tenía ni dos mangos de más, saca la billetera y afanosamente arma el cambio. Dos de diez, uno de dos y una moneda. Los dobla al medio, cruza la mano entre los asientos. Intento agarrarlos e irme, pero no los larga. Entonces lo miro y me doy cuenta que me estaba mirando fijamente. Es la clase de situaciones que uno no puede imaginarse cómo pueden terminar bien.

Me dice "Mirá pibe, no te pido, te ordeno, que cuando bajes, salgas de acá, renuncies a tu laburo, estudiá lo que te gusta, y hacé éso, sólo así te va a ir bien en la vida. No importa que termines siendo millonario o manejando un taxi, si no que a la noche puedas dormir tranquilo".

Casi automáticamente vuelven a conjugarse mi alma con mi cuerpo al ver que no sacó un revólver ni nada, le esbozo un "bueno, gracias, suerte" y salgo. Veo al Uno esfumarse entre la marea de coches por unos segundos.

No pude quedarme mucho tiempo ya que llegaba bastante tarde al neurólogo. Irónicamente, me estoy tratando por problemas del sueño, y hace cuatro días que no duermo. Tal vez el problema no sea la medicación...


Este post es un comentario en el blog de soad (Stephanie), pero me gustó y creo que se merece un espacio acá también. Post más, post menos, qué le hace a la Internet... Dedicado a Vero, quien debería tomar más consejos de taxistas y menos de escabrosos remiseros.

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