lunes, 17 de mayo de 2010

Todos sabemos por qué estamos acá (parte 1)

(misma guerra, otra parte, otro tiempo)

Esto es el Bunker Central, denominación onerosa para un sucucho de 3x4, con una lamparita de 60 watts colgando de algún punto del techo al cual por falta de materiales estaba soldada directamente a los cables, y ya nadie recuerda la última vez que emitió luz blanca. En el medio una mesa de caño y fórmica, 4 sillas a los costados de similar estructura y en una de las cabeceras los restos de un sillón, al cual un encargado tuvo a bien recubrir en paño negro para disimular el deterioro de lo que en otra época era un reluciente cuero negro. Sobre los lados largos de la sala hay sendos mapas que se empezaron a amarillear por los bordes hace rato. En cambio, en los extremos hay dos puertas fuertemente blindadas. Una es la comunicación con el mundo exterior, sea lo que sea éso a ésta altura, la otra conduce a la "sala del comandante", otro eufemismo por una suerte de placard magnificado en dormitorio. Nadie entró ahí, pero es una apuesta clásica entre los habitués saber si las reserva más grande es la de alimentos en lata o la de ansiolíticos.

Son las seis de la mañana. Se abre la puerta del cuarto del comandante y se proyecta su figura contra la puerta. La sombra proyectada por el velador sobre la puerta es imponente, y en una suerte de versión decadente del mito de la caverna de Platón, uno espera una aparición rutilante y majestuosa. La ilusión se destroza cuando una mano con quemaduras y llagas agarra el marco de la puerta, y atado a ella trae los despojos del comandante. Se da vuelta, cierra la puerta y contempla la escena. En el mismo acto, los cuatro ocupantes de la mesa se ponen de pie, pero antes que terminen de incorporarse, se escuchan las primeras palabras:

-No hace falta...

Se dirige no sin cierta dificultad hacia su sillón, toma asiento y mira a su alrededor. De un lado de la mesa, los mariscales del Aire y de la Tierra. Al otro, los del Aire e Información. Curioso que alguien que nunca vió una bala ni en un museo tenga semejante rango y esté sentado junto a directores de poderosos (bueno, a veces) ejércitos, cuando su participación pasa por otra cosa. Sin embargo el Comandante creía fuertemente que una guerra era ganada o perdida en base a la información, y de ahí la explicación del rango. Los demás oscilaban entre el recelo o la admiración por éste personaje, mucho más apropiado para una vida política que para una militar. Sin embargo, había hecho méritos suficientes y ahí estaba.

Se sabía que las cosas no estaban bien, pero una reunión ahí, entre ellos solos, era algo que no había pasado nunca. El comandante decide imprimirle un dinamismo forzado al asunto cuando arranca diciendo:

-Bienvenidos. Creo que todos sabemos por qué estamos acá.

(continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario